lunes, 8 de septiembre de 2008

Georges Bataille: del erotismo a la muerte [y lo contrario]

Sobre todo a partir del romanticismo y de ciertas vanguardias poéticas del siglo veinte, se ha extendido la idea de que la práctica de la poesía tiene mucho que ver con el desastre de la lógica. Con esta idea se sobrentienden otras no menos sugerentes como, por ejemplo, la confianza en el poder alternativo, de desvío y composición, propio de la palabra poética o, a un mismo tiempo, la confirmación de la existencia singular de una lógica única, rígidamente racional y arrogante. Esta serie de suposiciones no siempre han sido tan útiles como se pretende, y no es difícil encontrar casos, como sucede con los poemas de Tristán Tzara (1896-1963), en que el momento constructivo de los textos ha tendido a ser borrado por las lecturas de una crítica que a menudo se mueve por grandes palabras o argumentos brillantes más próximos al cliché que a la lectura atenta. Tan lejos de los códigos representativos del realismo convencional como de la mera arbitrariedad compositiva o de formas de provocación tan fáciles como inofensivas, la escritura de Georges Bataille corre, entre otros, el riesgo de una incomprensión que no es casualidad cuando, como aquí pasa, la puesta en crisis de la lógica se vincula estrechamente a un cuestionamiento de la lógica de la crítica dominante.
La obra poética de Georges Bataille puede ser definida como un conjunto de gestos transgresivos en presencia del sentido y del sujeto, una negatividad de base entre el enfrentamiento y la correlación. La imaginación poética como búsqueda dolorosa, que es la verdadera búsqueda, se nos ofrece en los poemas de Georges Bataille en un estado puro. La imagen trasciende el enigma, su definición, y se ve sucedida por una eficacia nueva no exenta de violencia. Violencia que al ejercerse, en primer lugar y principalmente, consigo mismo, convierte a la lectura en un riesgo, devolviéndola así a su función originaria. Pero ¿se trata en efecto de imágenes? Los poemas de Georges Bataille tejen una compleja red sobre la experiencia de lo imposible, de la que su poesía no es más que su expresión soberana. Por eso, la poesía de Georges Bataille es el más peligroso de todos los bienes. Esta poesía no se concentra ni se transparenta: si seduce es justamente porque no se deja traspasar, se reserva sin más. Georges Bataille propone una escritura que, como lógica que se excede y se niega, como lógica del desastre, no termina en la frontera de la destrucción. O, mejor dicho, no termina porque es siempre comienzo, búsqueda, un errar y un error, el errar del error: un juego del dolor en las palabras.

"Crecí muy solo y desde que tengo memoria sentí angustia frente a todo lo sexual. Tenía cerca de 16 años cuando en la playa de X encontré a una joven de mi edad, Simona [...]"

"..me acosté a sus pies sin que ella se moviese y por primera vez vi su carne “rosa y negra” que se refrescaba en la leche blanca. Permaneci- mos largo tiempo sin movernos, tan conmovidos el uno como el otro. De repente se levantó y vi escurrir la leche a lo largo de sus piernas, sobre las medias. Se enjugó con un pañuelo, pausadamente, dejando alzado el pie, apoyado en el banco, por encima de mi cabeza y yo me froté vigorosamente la verga sobre la ropa, agitándome amorosamente por el suelo. El orgasmo nos llegó casi en el mismo instante sin que nos hubiésemos tocado; pero cuando su madre regresó, aproveché, mien- tras yo permanecía sentado y ella se echaba tiernamente en sus brazos, para levantarle por atrás el delantal sin que nadie lo notase y poner mi mano en su culo, entre sus dos ardientes muslos."

G. Bataille, Historia del ojo.

El juego poético de Georges Bataille, no es tanto una referencia metafórica como una forma concreta de conocimiento y desconocimiento. El conocer no significa progresar, como afirmaba René Descartes (1596-1650), desde lo conocido a lo desconocido, seguro y lineal, sino que avanza entre las escaramuzas de la luz y las sombras, caprichosa pero insalvable. El pensamiento no puede ir de lo conocido a lo desconocido porque, con la escritura, le fallan, una a una, las bases más firmes del conocimiento mismo: realidad, sujeto, abstracción ideal, represión de lo corporal, identidad, etc. La poética de Georges Bataille, en su certeza, cede ante los indicios de una inestabilidad, tan perceptiva como existencial, que el poema asume y nos ofrece para seguir conviviendo con este.

Y es justamente desde este estallido del significado por la acción erótica del significante, cuando se proyecta una luz incierta, que no figura imágenes pero ilumina de pronto las superficies. Su gratuidad, que para nada sirve, articula un discurso que se resiste a la interpretación, que se rebela contra la razón instrumental, progresiva, característica del poderoso, del hermeneuta agudo, del propietario de la verdad.
Soledad
El pulgar en el coño
el cáliz sobre los senos desnudos
mi culo ensucia el mantel de los altares
mi boca implora oh cristo
la caridad de tu espina.