martes, 10 de febrero de 2009

gracias, no conocía a ese Borges.

Nadie lo vio desembarcar en la noche, nadie vio la canoa de bambú sumiéndose en el fango sagrado, pero a los pocos días nadie ignoraba que el hombre venía del Sur (...)
Se tendió bajo el pedestal. Lo despertó el sol alto.
El propósito que lo guiaba no era imposible. Quería soñar un hombre: quería soñarlo con integridad minuciosa e imponerlo a la realidad. Ese proyecto mágico había agotado el espacio entero de su alma.(...)
Al principio, los sueños eran caóticos. Buscaba un alma que mereciera participar en el universo.Comprendió que un fracaso inicial era inevitable (...)
Casi inmediatamente, soñó con un corazón que latía. Lo soñó activo, caluroso, secreto, del grandor de un puño cerrado, color granate en la penumbra de un cuerpo humano aun sin cara ni sexo; con minucioso amor lo soñó, durante catorce lúcidas noches. Cada noche, lo percibía con mayor evidencia. No lo tocaba: se limitaba a atestiguarlo, a observarlo, tal vez a corregirlo con la mirada. Lo percibía, lo vivía, desde muchas distancias y muchos ángulos (...)
En un crepúsculo, soñó con una estatua. La soñó viva, trémula: era a la vez, una rosa, una tempestad (...)
El término de sus cavilaciones fue brusco. 
Con alivio, con humillación, con terror, comprendió que él también era una apariencia, que otro estaba soñándolo.
Jorge Luis Borges. Ficciones, 'Las ruinas circulares'. 
2da ed. Emecé Editores, 2007.